Eduardo Sumire Qqelcca, conocido como el "Tayta Awqatinku” fue un líder campesino ejemplar, fundador de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC), que desde los veinte años transcurrió su vida en medio de los avatares de la persecución política debido a su compromiso por la justicia social.
Nació el 4 de enero de 1927 en el paraje de Yuncatira-Canas y de no haber sucumbido víctima de la tortura y las enfermedades, hoy estaría cumpliendo 90 años de edad.
Al conmemorarse el aniversario de su nacimiento Antolín Huáscar Flores, presidente de la Confederación Nacional Agraria (CNA), expresó su homenaje a los luchadores campesinos e instó al presidente de la República Pedro Pablo Kuczynski respetar los derechos ancestrales de las comunidades que les corresponde como pueblos originarios.
Antolín Huáscar exigió que la inclusión social se haga realidad, que el campesino no siga siendo un ciudadano de tercera categoría, que se aplique el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que consagra la autonomía de las comunidades campesinas,y el derecho a la consulta previa.
Pocos saben lo que manifiesta el escritor Hugo Neira cuando indica que el señor Sumire fue el más leal y excepcional dirigente campesino que dio Canas para enriquecer la historia popular del Cusco.
Durante las décadas del 60 y 70 Sumire vivió las tomas de tierras y cambió completamente la historia del campo para siempre.
“Awqatinku”, como lo conocían sus compañeros dirigentes, fue encarcelado y detenido más de 70 veces. En cada una de ellas fue apaleado y a veces masacrado sin piedad por haber puesto en peligro la existencia de los latifundios y profetizar el advenimiento de la reforma agraria.
Antolín Huáscar detalla que una de las primeras luchas de Sumire, a los 16 años de edad, fue contra el analfabetismo, pero el hacendado José Augusto Alencastre, hizo cerrar la escuela que promovía gratuitamente la Cuarta Brigada de Niños Campesinos de Ccollachapi.
Su vocación de servicio y pasión por hacer que los campesinos aprendan a leer y escribir fue inspirada en una experiencia amarga que la contó varias veces a sus hijos: el hacendado Alencastre, con engaños, había hecho firmar a su padre iletrado “vendiendo” sus chacras.
Desde muy temprana edad Eduardo Sumirte se vio forzado a buscar futuro en otras latitudes, sin saber que eso lo galvanizaría aún más. ¿Qué distinta habría sido la historia del Cusco si lo hubiesen mantenido como profesor de aula hasta su vejez?
No solo fundó la FDCC, sino que participó activamente en la organización de las tomas de tierras. Estaba plenamente convencido que el campesino con todas sus limitaciones a cuestas no podía seguir siendo el esclavo sumiso, dispuesto a entregar a sus hijas como concubinas del patrón, o a ser golpeado delante de su propia familia cuando se producía algún “daño” de los animales. A todo esto Sumire buscaba que el indígena sea libre de todo tipo de esclavitud o servidumbre.
Para llegar a ese nivel de conciencia, Sumire Qqelcca, tuvo que peregrinar por el mundo como pocos. Trabajó en la minera Antaccaca, más tarde en la Textil Chejtuyoj de Marangani y posteriormente se dedicó a la crianza de caballos.
Ya suficientemente maduro, junto con otro insigne líder del sindicalismo cusqueño Emiliano Huamantica, recorrió todas las zonas, comenzando con La Convención, Lares, Lauramarca, Llusco, Quiñota y otros lugares, donde consiguieron constituir más de dos mil sindicatos. una proeza que aun hoy sería inimaginable a pesar de las comodidades con que los gremios cuentan.
Tal era la mística de Eduardo Sumire, que a pesar del clamoroso pedido que le hicieron sus hijos, decidió entregar su vida a la causa campesina. En 1961 fundó la FDCC con más de 214 secciones locales. Pero en agosto de 1963 el Cusco se convulsionó, los andes peruanos sufrieron una inesperada desglaciación política: Eran miles de campesinos bajando de los cerros para exigir que sus derechos sean respetados.
Casi 300 mil campesinos reclamaban sus tierras, exigían por primera vez, en más de cinco siglos, el pago de un salario por el trabajo gratuito.
Entonces, no hubo más remedio, se enfrentaron a los terratenientes, invadieron las haciendas; era una incontenible avalancha indígena descolgándose por las quebradas ante el pavor de una clase acostumbrada, por lo general, a maltratarlos como animales de carga.
Muchas tierras habían sido arrebatadas mediante procesos judiciales que venían desde el siglo XVII. Aníbal Quijano, afirma que desde 1957 se preparó en el Perú una revolución social en la que participaron grupos de intelectuales ideologizados, preñados de marxismo o trotskismo, bajo el grito “Tierra o Muerte”.
Los efectos de esa revolución agraria, para unos constituye una epopeya y para otros una tragedia. Marcos Pillco, ya finado hace varios años recordaba lo que Eduardo Sumire le decía cuando llegó a su humilde choza en Quillabamba: “El movimiento campesino es la resistencia de la pachamama, por sus hijos, la tierra y el agua, que es vida”.Tomado de SERVINDI Comunicacion Intercultural.