El tema es importante, como se puede ver por las noticias y la campaña que Amnistía Internacional está llevando a cabo en estos días, a propósito de las 272 mil mujeres esterilizadas en contra de su voluntad, entre los años 1996 y 2000, durante el segundo y fraudulento periodo de gobierno de Alberto Fujimori. El nombre de la campaña que busca firmas a su favor lleva el nombre de “Contra su voluntad”, lo impulsa la Defensoría del Pueblo del Perú y, como digo, busca que se haga justicia, después de 18 años de espera, a las víctimas de este flagrante delito contra los derechos femeninos. Me atrevería, de otro lado, a decir que la mayoría de ellas profesaban la fe cristiana. Es decir, eran católicas o de alguna denominación evangélica.
Los datos que se manejan nos ayudan a ver que estas mujeres habitaban las 19 regiones más pobres de país, que en su gran mayoría eran andinas y/o amazónicas y que hablaban lenguas como el quechua en sus diversas variantes o aymara. El número es realmente descomunal, pero como también sucede en otros campos, al tratarse de integrantes de los estamentos pobres del país, este no resulta significativo para un país racista y excluyente como el Perú. Hasta la fecha, no se tiene un registro unificado de las víctimas de esta práctica, que fue implementada como una medida para aminorar el número de pobres en el país. Fue llevada a cabo donde las mujeres no tenían suficiente información sobre las consecuencias de dicho procedimiento médico.
En muchos casos, eran engañadas con ofrecimientos de favores o beneficios, como la entrega de alimentos, servicios de salud gratuitos, educación, etc. Los médicos y otros especialistas de la salud eran “premiados” con pagos especiales, según las metas que alcanzaran, de tal manera, que muchos de estos operadores directos del programa eran presionados y amenazados para realizar esta práctica, delictiva, por decir lo menos. No solo se favorecieron, pues, determinadas autoridades, sino que se hicieron buenos negocios con los recursos que eran necesarios para llevar a cabo las esterilizaciones de mujeres. Sin embargo, no debemos dejar de mencionar que también hubo miles de varones esterilizados, y que para lograrlo fueron aplicadas en ellos las mismas mañas que en las mujeres.
¿Qué busca esta campaña que se implementa en las redes sociales? Lo primero es que haya un registro único de estas víctimas y segundo, que se haga justicia y ofrezca reparación. Algo hemos dicho del porqué de este retraso, pero que se haga justicia y se repare a las personas afectadas es todavía más importante. Lo deseamos y debemos colaborar para que se ubique a los delincuentes de cuello y corbata, de mandil blanco y guantes quirúrgicos, muchos de ellos pertenecientes a las clases sociales “más educadas del país”, como son los médicos, obstetras, ginecólogos y enfermeras, etc.
Como sucede también en otros terrenos, en este me llama poderosamente la atención el silencio astuto del señor Cardenal Cipriani; tan beligerante en otros campos, respecto a este, que toca precisamente uno de sus temas preferidos, como es la moral sexual, monseñor hasta la fecha no dice nada públicamente. Sorprende esta doble moral y hasta hipocresía de esta autoridad de la Iglesia Católica. Desde mi experiencia con los campesinos con los que conviví mas de 20 años y desde mi conocimiento de esta institución religiosa, tal actitud se explicaría por la prepotencia de Fujimori, que en esos últimos años de gobierno, se sentía el emperador Hiroito del Perú, con capacidad de decidir sobre el populacho ignorante y problemático, o por un acuerdo oscuro con esta autoridad religiosa y los sectores de su influencia, de dejar hacer y dejar pasar. Que el cardenal, ayer y hoy tan sensible en temas de moral sexual y que tiene una posición clara respecto al aborto en todas sus formas, no diga nada respecto a algo tan brutal en contra de vida, lleva a sospecha y pregunta, como lo mínimo para un creyente.
Para terminar, creo que lo sucedido a las mujeres más pobres de este país muestra el racismo que hay, tan degradante de la conciencia nacional, y también la debilidad organizativa de estas grandes mayorías del Perú profundo. Igualmente, este racismo y esta inconsecuencia de muchas autoridades religiosas se hacen evidentes y muestran que el evangelio de la vida no se asume ni se proclama con toda su fuerza, belleza y consecuencias políticas. Estamos entrando finalmente en un año electoral en el que las ideas, propuestas, personas, los candidatos y demás aderezos se están manejando en este sancochado electoral. Este hecho tiene que orientarnos, para que podamos ver con más claridad qué tipo de gobierno y de gobernante queremos, de acuerdo a las opciones religiosas que tengamos o no.
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